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Quién le pone el cascabel al gato

Cuenta un viejo refrán que, mientras los gatos duermen, los ratones bailan. Lo anterior para reflejar de una manera más didáctica lo que está pasando en nuestra ciudad con la ejecución y contratación de las obras públicas, sin una interventoría eficaz, y otras, donde la discrecionalidad de los funcionarios en la destinación de recursos para capacitación y compras de materiales, empeñan buena parte del presupuesto de inversión para desviarlo hacia turbias maniobras de obligados porcentajes, que hoy son de conocimiento público, pero por la falta de una veeduría y denuncia por parte de proveedores y profesionales exiliados del poder de turno, hacen de nuestra urbe, una ciudad donde se impone un debate a fondo sobre la lucha contra la corrupción y nuestro papel como actores de nuestro desarrollo.
Sin lugar a dudas, hay que reconocerle a mi amigo el Alcalde sus buenas intenciones y su interés en dejar huella, pero eso no es suficiente cuando varios de sus colaboradores no han dado la talla que exigen sus cargos y se opaca la excelente labor de unos pocos; ahí radica la inteligencia del gobernante, para que haciéndole un seguimiento a sus indicadores de gestión, revise la nómina y acopie la capacidad y vocación de servicio de profesionales idóneos y honestos que creen en su obra y quieren nuestra ciudad.
De suerte que, en el primer tramo recorrido de la presente administración, seguimos insistiendo en que las obras hay que hacerlas buscando su excelencia y calidad a costos razonables, lunar que debe preocupar al gobierno con pavimentos macheteros y con contrataciones múltiples a dedo que a pesar de ser permitidas por la ley, han dejado un mal sabor en la mayoría del colectivo social, actitud que debe ser corregida a tiempo antes de que se desplome el gobierno del amigo de todos.
Dicen los expertos que a veces es más fácil ganar una elección que gobernar y administrar; y algo debe tener el agua cuando la bendicen. Por eso el liderazgo hay que ejercerlo con sensibilidad y visión de futuro, con inteligencia y persistencia, con creatividad y planificación, pensando que lo que se siembre hoy se cosechará mañana con creces, para que esa semilla dé buen fruto en encargos futuros, y donde la moraleja sirva de ejemplo al hiperactivo burgomaestre, para que haga lo que la gente quiere ver, y diga lo que la gente quiere oír, con convicción y honestidad.
Por eso la participación ciudadana en las grandes decisiones debe ser nuestra misión como actores y no como espectadores, una tarea obligada como buenos hijos de esta tierra del Milagroso, donde se sabe criticar y destruir en silencio y no se actúa; es allí donde el malestar crece a los ojos de muchos ciudadanos que no creen en su capacidad y en su liderazgo por la falta de espacios que los convoquen y los incluyan.
Así las cosas, qué buena falta nos harían los consejos de un Jaime Castro en temas de recuperación económica; Antanas Mockus en educación y convivencia ciudadana; y Enrique Peñaloza en planeación y movilidad urbana, para que podamos soñar algún día con ciclo rutas, vías en buen estado; no como el mal ejemplo de la calle 5 entre 17 y 18; mejoramiento de zonas verdes y recuperación de parques como El Vergel, hoy hipotecado a una fundación de garaje "Fundeser" y abandonado a los ojos de indolentes funcionarios; baños públicos y recuperación del Parque Cabal y parque lineal del Faro. Ese es el reto, después pensaremos en la política.